Si alguien conociera algunos rasgos personales del autor a lo largo de sus últimos sesenta años de vida, pudiera presuponer que este libro es una apología en pro de determinada creencia o es una proclama anti-militarista y no es así.
Si alguien conociera algunos rasgos personales del autor a lo largo de sus últimos sesenta años de vida, pudiera presuponer que este libro es una apología en pro de determinada creencia o es una proclama anti-militarista y no es así. Sencillamente es un calidoscopio mostrando a los personajes que convivieron con el autor a lo largo de esos años. Encontrará hombres jóvenes y viejos viviendo el día a día en una prisión.
Pero hablando de prisiones, leyendo la obra conocerá la vida en dichas prisiones desde la isla de Menorca hasta los desiertos del Sahara incluyendo otras muchas peninsulares. Variados personajes forman un puzzle humano: militares, funcionarios de prisiones, sacerdotes católicos, amigos y familiares, pero el autor se ceñirá a los hechos y evitará en lo posible emitir juicios. Ellos confeccionaron páginas enternecedoras o asesinaron, fueron altruistas o torturadores con sus coetáneos.
Queda en el corazón del lector, recordarlos u olvidarles. El autor invita al lector a que aparque los prejuicios religiosos-políticos que pudiera tener, al menos a los largo de esta lectura. Tiene garantizada la autenticidad de cuanto se narra y las gotas de humor que se deslizan entre líneas, sólo tratan de humanizar unas páginas que fácilmente podrían teñirse de negro.