Un faro sin luz

El lector queda también inmerso en él, sin conseguir desenredar la madeja hasta casi el final de la novela y a la par que lo va haciendo la protagonista, antiheroína por excelencia. 

 En palabras de su prologuista, el reputado escritor granadino Ángel Fábregas, "a través de capítulos cortos y bien estructurados, con un estilo franco y sólido que no hace sino resaltar en su justa medida el paisaje geográfico y mental del relato, la historia avanza atrapando al lector en las redes de su misterio, su humanidad y su entorno, elemento este último que forma parte por derecho propio de la sustancia literaria del relato.

 En este estimulante thriller convergen elementos que hacen atractiva su lectura, desde la propia trama policíaca, emparentada en parte con el género negro, hasta la indagación en recovecos del alma humana por los que muchos hemos transitado y que confieren a la historia un aire genuino...". 

 Estamos ante una novela que se lee con avidez, porque su trama parte de hechos reales fácilmente constatables por el lector y porque el ritmo trepidante de la acción cede escaso lugar al respiro. 

 En el plano personal, y bajo la asequible fórmula del entretenimiento, las pretensiones de su autora han sido las de relativizar la dudosa certeza de las apariencias, entroncar al lector con una historia auténtica merecedora de no ser absorbida por el olvido y dar a conocer geografías inconmensurables que permanecen ajenas a los circuitos turísticos. 

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